martes, 21 de junio de 2011

Principio de incertidumbre



Hay que pisar tierra de vez en cuando para que no se te lleven las dudas.



Estaba sentada en la parada del autobús, escuchando cantautores de viciadas guitarras que hacen honores al amor y  ni escapar podía a causa de la quietud con la que la tormenta había dejado el corazón. Habría vendido el alma a un módico precio por ver desde fuera mi silueta, tener una perspectiva diferente de la persona en la que me había convertido esperando un autobús que no me correspondía, alimentando ilusiones que constituían en mi vida todo principio de incertidumbre. 
El autobús se llevaría la cordura, las ganas de soñar y vivir, las estrellas, el leve mareo del vértigo, las áureas burbujas efervescentes de una copa de champan que me embriagan desde agosto, en definitiva,  la valentía de saberse kamikaze enamorada. 

Al regresar, las empedradas calles guardaban cierto enigma, la incertidumbre florecía junto con el verano, la locura acrecentaba a la vez que los deseos. Si te vas, cordura, si subes al autobús y tu presencia no aguarda sentada junto a mí, no sabré dónde ir después, no podré compartir contigo lo que había aprendido ese día: Realmente el cielo puede caer y hacerse remolino bajo mis pies.