miércoles, 8 de febrero de 2012

Que las luciérnagas no encienden el titilar de estrellas, que el agua manifiesta la disolución de amor de barro, y la  lluvia ácida acuchilla en palabras malogradas, que el orbe entiende, se desentiende.
 Que los polos opuestos son, seguirán siendo el repelente de la naturaleza, que en urbes el cemento asfixiaba el renacer de la vida, y sin embargo, la luz de sus ojos expectantes, el miedo en su comisura, el imán en su garganta enfrentaban el ser y el debeser, el devenir y la utópica inconsistencia de su mundo donde el corazón late, o ama otro latir. 
Que ante la existencia vives, sobrevives.