Miss Otoño

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El otoño eriza el vello.

 El fin de la luz, el hastío de la oscuridad impregnando chaquetones, chubasqueros. Un dedo kamikaze arrastrándose nuca, hombros, espalda abajo, perdiéndose en las constelaciones de tus lunares, en las pastas de mantequilla, en la mermelada de fresa, en el té en leche, en las castañas asadas. 
 Citas a las seis, cafés sinceros, patinaje de mis dedos por tu pelo, Shakespeare en el brasero. Vida, amor, pavimento caduco, caricia constante, dos besos y tu mano en mi cintura. 
                                                                          El otoño eriza el vello.

-Inolvidable-

Secretamente concentrada en tus vértices y en el perfume ácido de la nocturnidad, se dispara el cuentakilómetros en nuestra vereda. En el camino somos seres espaciales, somos el Sputnik orbitando la Tierra y son las estrellas las que brillan en cada poro de nuestra maltrecha y salada piel.


En la radio, nuestro blues suena infinito...

Tú. 

Seis mil millones de escusas, de personas, de semánticas hemerotecas. 

Yo.

Que las luciérnagas no encienden el titilar de estrellas, que el agua manifiesta la disolución de amor de barro, y la  lluvia ácida acuchilla en palabras malogradas, que el orbe entiende, se desentiende.
 Que los polos opuestos son, seguirán siendo el repelente de la naturaleza, que en urbes el cemento asfixiaba el renacer de la vida, y sin embargo, la luz de sus ojos expectantes, el miedo en su comisura, el imán en su garganta enfrentaban el ser y el debeser, el devenir y la utópica inconsistencia de su mundo donde el corazón late, o ama otro latir. 
Que ante la existencia vives, sobrevives.