domingo, 24 de octubre de 2010

-Introspección-




Cuando creías que la luz del entretiempo no podía ser más opaca; La gravedad de las hojas pesaba en los otoñeces; Los guijarros se acumulaban en el alma; Los cazasueños no enredaban más pesadillas porque no contábamos con espacio para más de ellas, y el columpio se oxidaba después del frío entrar en la estación por excelencia de bosques de hoja caduca; Cuando montábamos en la bicicleta roja y el aire puro golpeaba nuestras mejillas rajadas de frío, huíamos de la infancia hecha añicos años atrás. Cuando el confetti ya no mojaba la gran ciudad y, apenas sin tiempo para ser una transeúnte perdida entre las vetustas calles del casco antiguo, no encontrabas segundos para abrir ese estúpido cerrojo que, incansable, rondaba la cabecita.
Llegados a este punto, no hace falta más que esperar sentaditos en la puerta la llegada de quien nos encienda el faro, nuestro faro, mi faro.
Y, con el interruptor en ON, ya no necesitaremos contar los inseguros pasos que nos llevan hasta el tren de medianoche. ¿Recuerdas las ocasiones en las que acallábamos, entre los gruesos ladrillos, nuestros sueños de cristal? Ya no habrá más, SONREIREMOS y eso será lo único que importe.

A mis faros, gracias ;)

domingo, 17 de octubre de 2010

-Casa de luz-


Agua del mar, del océano puro bajo la infinita línea azul. Faro que gira desgastado por el tiempo, por las olas que con su espuma desgarran del muro la cal blanca. Cuando miras, faro, cuando me miras el silencio no calla, indeciso, inseguro en los labios. Nunca dejaste de ser mis ojos, no dejaste que me hundiera con alguna roca mal saliente. Y entre días, con tu gran intermitente, meciste los segundos que trazan la frontera. Frontera entre cordura y locura.

Acaban los largos días de paseos, dolor de pies. Termina eso de esperar sentadita en la puerta del barrio la llegada del otoño que sin verlo, llegó y arrasó las cálidas calles de un agosto mezquino y sólo se convierte en el crujir de la hojarasca bajo los pies desgastados. El verano dejó unas manos llenas de esperanzas cristalinas, transparentes como las lágrimas saladas que carcomen el blanco del faro. Faro que en silencio, se me ahogaba.

Aún así, el otoño es la estación favorita de los que tenemos un gran mundo interno...

lunes, 4 de octubre de 2010

-Otoñeces-


Lentamente el arbolito va creciendo. Su tronco, que una vez fue apenas un pequeño tallo es ahora el más fuerte del bosque. El fluir del sol en cada una de sus hojas refleja sombras apenas indescifrables, incorruptas. Su raíz, que habita entre entrañas de la gran Tierra, roza el pasado, el inminente presente y el gran futuro que nos aguarda. Secretos bajo los pies del gran árbol, sombras de acero incandescente que brota del vientre de aquella semilla, aquel pequeño indicio de vida, vida que brota vida. Todo bajo los pies de lo que nos regala el oxígeno que llena nuestros pulmones.

-Cazasueños-

















Donde en el frío hiela,
con sólo respirar se inhala vida, 
con sólo ver, encuentras entre el cielo y tierra 
la opacidad en el corazón adamantino.

Cristales de azufre metalizado tras la puerta blindada 
ésta apenas encadenada,
sin llaves que aíslen 
la carita de pena bajo la hojarasca inerte.

Cazasueños intrépido desvela pesadillas,
atrae sueños de cartón,
mojados con las saladas lágrimas
de un perezoso bostezo.

Lejos se enciende una lámpara,
efímera luz oxidada con el tiempo,
que arranca de los sueños a la pequeña alma,
extraviada entre los brazos de Morfeo.

...A coger la cartera, otra vez.